¿Para quién escribes?

Cada vez que escribimos un artículo, reportaje, argumento de venta o cualquier comunicado que no esté dirigido a nosotros, resultará imperativo exponerlo con miras a la comprensión e interés del lector. Su perfil determina la longitud del texto, la profundidad de la información, el vocabulario técnico que puede usarse, la clase de ejemplos (especializados o elementales), la información que podemos obviar o eliminar… ¡absolutamente todo!

 

Por eso, pensar en el lector constituye la mejor perspectiva de abordar un escrito. Se requiere un recordatorio permanente para ordenar la información, plantear los ejemplos, elegirlos con cuidado, determinar qué se escribirá hoy y qué después.

 

Cuando decidimos que cada referencia debe pasar un filtro, discriminamos mediante un parámetro de relación estrecha: ¿esto es útil para mi lector? ¿Es bueno para él? ¿Le parece claro? ¿Le brinda la información que necesita?

 

 

La próxima vez que redactes un texto, toma en cuenta a ese lector desde principio a fin. Descubrirás que el tiempo que dediques a ajustarlo será recompensado con la completa comprensión de tus ideas y, seguramente, con la reacción que esperabas. Inténtalo y verás.